A caballo por la marisma

Sevilla, bella y diversa

Teatro: Playeras

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Con la forma de trío de jazz, o de un cuarteto flamenco –ya se sabe que en Cádiz, los cuartetos son de tres o de cinco miembros- presentan Rosario Toledo (bailaora), Alba Haro (violonchelo) y Javier Galiana (piano) estas Playeras. Que salen así, de un disco increíble, grabado por los dos músicos bajo el estado de sitio de la pandemia del dichoso coronavirus y que quisieron dedicar, sí, a las playas, a las playas del mundo. Se canta lo que se pierde, y algo de esa pérdida se cuela por las cuerdas del chelo y el piano, algo que ha hecho mover los inquietos pies de Rosario. ¡Ella veía las huellas de unos pies en la playa y no se daba cuenta de que eran sus propios pies! Playeras sale de ahí. Los músicos, Javier y Alba le proponen a Rosario venir a bailar estas músicas y Rosario va y se mete en el agua. De todos es conocido el carácter musical que tienen los pies de Rosario, sus zapateados son frases musicales y como tales están aquí. ¿Acaso Alba y Javier no ponen también el cuerpo cuando tocan, es decir, no bailan también?. Pues eso, que se trata de entender el fraseo, la profundidad de los ritmos, el vaivén del mar. Me atrevería a decir que este es un proyecto casi político, quiero decir, que este aferrarse al mar, a la playa, donde los ríos van a morir, tiene algo de reivindicación de la vida por encima de todas las cosas. Hay una profunda melancolía en estas estampas, estas flâneries, como dice Galiana, paseos interminables por la playa. Pero lo que se quiere es vivir, nada aquí está teñido de negro, hasta las pozas más oscuras están vistas con el cegador sol al borde del mar. Y es un trío de vanguardia. No sólo porque se citen Ornette Coleman con el Manolo Sanlúcar de la escala dórica, es que estos tres se han puesto en primera línea de playa, con los pies al borde del mar. Ya saben que las playeras son un género musical en disputa. Por un lado, son cantes de playa, muy populares en Cádiz y Málaga a mediados del siglo XIX, entre habaneras, marineras y pregones de vendes pescaíto. Pero las playeras son también lamentos de plañideras hechos son, es decir, seguiriyas, como las que Elías Reclus describió en Cádiz en 1868, al borde del mar y la revolución, cien años antes que el famoso mayo francés. Ser capaz de tocar con los dedos esos dos lados, los de la vida y los de la muerte, como dijo César Vallejo, eso es ser vanguardia. En realidad, no hay nada más revolucionario que la alegría de vivir. Me contaron que estabas enamorada de otro y entonces me fui a mi cuarto y escribí este artículo contra el Gobierno por el que estoy preso, escribió zumbón Ernesto Cardenal. Nada tan potente como la melancolía que entierra en las propias entrañas todo lo que uno puede hacer como si ya lo hubiera hecho. Esa nostalgia de la utopía, arqueología del futuro, está en cada uno de estos paseos por las playas de Cádiz y de Brasil, del norte y del sur, del mundo. Si quieren descubrir la arena bajo el asfalto, vean, escuchen estas Playeras. Vivir merece la pena sólo por dejarse mecer por maravillas como ésta.

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